SEXTA TEMPORADA
QUINTO CAPÍTULO
Ciro Alegría
“Todo el pueblo peruano terminó por moldearme a su manera y me hizo entender su dolor, su alegría, sus dones mayores y pocos reconocidos de inteligencia y fortaleza, su capacidad creadora, su constancia”.
CIRO ALEGRÍA, en 1948.
Hola. Te saluda Luis Enrique Cam
Ciro Alegría Bazán nació el 4 de noviembre de 1909 en la hacienda Quilca, en la sierra de La Libertad. Fue el primer hijo del matrimonio de José Alegría Lynch y María Herminia Bazán. Los Alegría eran una familia de hacendados que gozaban de una buena situación económica.
CIRO ALEGRÍA (CA): - Nací en una hacienda, crecí en otra, -ambas pertenecientes a la provincia de Huamachuco, en los Andes del Norte del Perú-, y desde niño hube de andar largos caminos para ir a la escuela y al colegio, situados en la ciudad andina de Cajabamba y en la costeña de Trujillo. Así me llené los ojos de panoramas y conocí al pueblo de mi patria.
Mujeres de la raza milenaria me acunaron en sus brazos y me ayudaron a andar; con niños indios jugué de pequeño; siendo mayor alterné con peones indios y cholos en las faenas agrarias y los rodeos. En brazos de una muchacha trigueña me alboreó el amor como una amanecida quechua. Y en la áspera tierra de surcos abiertos bajo mis pies y retadoras montañas alzadas frente a mi frente, aprendí la afirmativa ley del hombre andino.
Supe también de su dolor. Mi padre administraba la hacienda Marcabal Grande con ánimo justiciero. Un día llegó a refugiarse un indio comunero, llamado Gaspar, y otro día un indio colono, llamado Pancho. Ambos contaron dramáticas historias. Gaspar andaba perseguido por sublevarse y gran parte de las tierras de su comunidad le habían sido arrebatadas. Pancho llegó con un poncho en hilas, arreando un mohíno jumento que cargaba todos sus bienes y seguido por su escuálida mujer y su hijo, un pequeño de grandes ojos tristes. La Policía no arribo nunca por Gaspar, pero comprendí toda su nostalgia de la tierra perdida una vez que le oí tocar su antara, desgarradamente, tarde la noche y en soledad. Los patrones de Pancho lo reclamaron, mandándole a decir a mi padre que “lo devolviera”. Entre los hacendados regía le ley no escrita, pero respetada, de que los indios pertenecían a la tierra. Mi padre no lo devolvió. Muchos casos como estos podría contar.
La hacienda está en las riberas del río Marañón. Una vez llegó un hombre de río abajo con una enorme llaga tropical que le estaba comiendo un brazo. Mi padre lo curó y el se quedó a vivir en Marcabal. Se llamaba Manuel Baca y era un gran narrador de cuentos sucedidos, fuera de ser diestro en cualquier faena. Caída la tarde, frente al sol de venados, que es una laya de sol naranja que dora las lomas a la oración, Manuel parlaba con voz de conseja.
Manuel Baca: - “Cuenta la leyenda que en las quebradas de Llautobamba se encuentra una ciudad perdida que alberga minas de arenas de oro…”
CA: “Una tarde fuimos, una vez más, con mi padre. El echó anzuelos al río, en un remanso, y yo me puse a contemplar mi arco iris. Era una tarde luminosa y el río corría claro, blanqueando de espuma las orillas, azuleando en las partes hondas. Nada hacía sospechar una creciente. De pronto, mi padre grito:
Papá: - “Ciro, ten cuidado”.
CA: - Sacó los anzuelos y nos colocamos a unos treinta metros del río. Sucedía que, unas cuadras más arriba, el agua ya venía negra. Pasó encrespada frente a nosotros, despidiendo un olor fuerte a tierra, a pantanos, a ciénagas. Y fue creciendo. Repletó enteramente el ancho cauce, lo rebalsó entre convulsiones, se llevó un carrizal, estremeció los grandes árboles. Rugía el Chusgón con una furia de bestia.
Papá: - ¿Ves? Estas crecientes sorpresivas son las más peligrosas; a quien no las advierte a tiempo, lo arrastran.
CA: - Pasó una palizada de troncos y ramas. A poco, apareció un cadáver. Entre los tumbos y los padrones, se movía como si hubiese estado vivo.
Papá: - Tiene los brazos tiesos… no mueve la cabeza… no grita… ya está muerto.
CA: - El cadáver iba desnudo, pues la corriente embravecida quita la ropa. Había un violento contraste entre ese muerto trágico a la deriva en la creciente implacable y la luminosidad del sol. Antes de desaparecer cayendo en una lejana chorrera, uno de los brazos del cadáver quedó un instante en alto.
CA: - Los peones de Marcabal tenían cuanta tierra de cultivo desearan, ganado, potreros libres. La posesión del caballo parecía despertarles una dormida confianza, que no en balde durante la colonia se prohibió a los indios montar a caballo. Cuando estuve en edad de sujetarme, el domador Saúl me entregó un caballo todavía marrajo al que puse por nombre Canelo. Terminé de amansarlo y nos hicimos grandes amigos. Hay fraternidad entre el hombre del campo y el animal. Con todos los seres y las cosas de la tierra intimé allí.
Y, además, a mis padres les gustaban las letras y las artes y tenían una biblioteca por la que yo también fui tomando afición. En las noches, cuando no leía, escuchaba conversar entretenidamente a mi padre o a mi madre y, a mi abuela materna, cantar canciones viejas y nuevas como la tierra.
De tal vida no me habría de olvidar jamás y tampoco de las experiencias que adquirí caminando por los jadeantes caminos de la cordillera, de los hechos de dolor que vi, de las historias que escuché. Mis padres fueron mis primeros maestros, pero todo el pueblo peruano terminó por moldearme a su manera y me hizo entender su dolor, su alegría, sus dones mayores y pocos reconocidos de inteligencia y fortaleza, su capacidad creadora, su constancia.
En la ciudad de Trujillo, donde comencé a trabajar en el periodismo, asistí a las convulsiones obreras y al resurgimiento de la conciencia civil a raíz de la caída de la tiranía de Leguía. Como para que la lección peruana fuera completa, ingresé al aprismo y, naturalmente, caí en prisión, donde estuve dos años compartidos entre la cárcel de Trujillo y la penitenciaría de Lima. Salí en libertad después de la muerte del general Sánchez Cerro, ya que el tribunal que me sentenció durante su régimen me echó encima una donosa condena en ausencia, y entré a trabajar en el diario La Tribuna, de Lima. Fui deportado a Chile en diciembre del año 1934, por la tiranía de Benavides.
Hasta ese entonces había escrito innumerables crónicas periodísticas sobre toda cosa y una cincuentena de poemas y cuatro cuentos. Mas el mensaje fundamental que yo traía era uno recibido de la vida del hombre del pueblo de mi patria y de su tierra épica y lírica, que debía escribir al fin. Después de una serie de incidentes circunstanciales que me pusieron en camino, compuse “La serpiente de oro”, el año 1935, luego “Los perros hambrientos” y más tarde, en 1940, “El mundo ancho y ajeno.”
Sus tres novelas fundamentales las escribió durante su destierro en Chile y estuvieron prohibidas de circular en el Perú por muchos años pues exponían las injusticias sociales que se vivían en el país. Por sus obras Ciro Alegría recibió numerosos premios y la alabanza de la crítica literaria. “El mundo es ancho y ajeno”, su obra cumbre, fue traducido prontamente a nueve idiomas. La primera edición en francés se agotó casi inmediatamente.
Considerado como uno de los más importantes exponentes del indigenismo peruano, dictó un curso sobre novela hispanoamericana en la Universidad de Columbia en 1945. En 1948 renuncia al APRA y de retorno al Perú colabora con los diarios El Comercio y Expreso. Ingresó al partido Acción Popular de Fernando Belaunde y en 1963 fue elegido diputado por Lima. Presidió la Asociación Nacional de Escritores y Artistas en 1966. Víctima de una hemorragia cerebral, Ciro Alegría murió el 17 de febrero de 1967 en su casa de Chaclacayo. Póstumamente fue condecorado con las Palmas Magisteriales, máximo reconocimiento y distinción honorifica, que otorga el estado peruano por méritos significativos en el campo de la educación.
Soy Luis Enrique Cam y esto fue DICHO EN EL PERÚ, encuentra otros episodios en www.dichoenelperu.pe o síguenos en nuestros canales de Spotify y Youtube
“Todo el pueblo peruano terminó por moldearme a su manera y me hizo entender su dolor, su alegría, sus dones mayores y pocos reconocidos de inteligencia y fortaleza, su capacidad creadora, su constancia”.
DIRECCIÓN Y GUION
Luis Enrique Cam
EDICIÓN
Cristóbal Paz
CARACTERIZACIONES
Oswaldo Álvarez
Cristóbal Paz
MÚSICA:
Álbum "Gotas de Lago” adaptaciones y arreglos de música sikuri para hatun charango de César Aguilar Alcedo.
BIBLIOGRAFÍA
Alegría, C. (1978) MEMORIAS. Mucha suerte con harto palo. Ediciones Varona, Lima.
Alegría, C. (1978) El Mundo es ancho y ajeno. Biblioteca Ayacucho, Barcelona.
Tauro del Pino, A. (2001) Enciclopedia Ilustrada del Perú. Peisa. Lima.