OCTAVA TEMPORADA


TERCER CAPÍTULO


SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
“A nuestro Señor las gracias por todo”.

Santo Toribio de Mogrovejo

Hola. Te saluda Luis Enrique Cam

La primera mitad del siglo XVI fue el inicio de la expansión del imperio español con la conquista y la evangelización del Nuevo Mundo. Después de la rápida caída del Imperio Incaico, se produjo una guerra civil entre los mismos conquistadores por el dominio de los territorios y un desorden moral en no pocos clérigos.

La oscuridad de estos tiempos de codicia vería nacer al llamado Sol del Nuevo Mundo: Santo Toribio de Mogrovejo.

Sus padres Alfonso de Mogrovejo y Ana Morán de Robles lo trajeron al mundo el 16 de noviembre de 1538, en la villa de Mayorga, en la provincia española de León. Por ser el tercero de cinco hermanos, no se le permitía heredar los bienes familiares.

DON ALFONSO: - ¡Toribio! Ven a mi oficina, tu madre y yo tenemos algo que decirte.

TORIBIO: - ¡Ahí voy!... Padre, madre, díganme, ¿en qué puedo servir?

DOÑA ANA: - Hijo mío, ya eres un jovencito y es momento de pensar en tu futuro.

DON ALFONSO: - Entiendes que no podrás heredar el mayorazgo, ¿cierto?

TORIBIO: - Soy consciente de ello, padre. Todos los bienes de la familia se quedan con mi hermano Luis, por ser el mayor.

DOÑA ANA: - Es cierto Toribio. Es por eso que tu padre quiere ofrecerte un puesto en el ayuntamiento de la villa.

DON ALFONSO: - Así es, hijo. ¿Qué te parece? Quizás algún día puedas tomar mi puesto de regidor de Mayorga y continuar con nuestro ilustre linaje familiar.

TORIBIO: - Padre, madre, yo entiendo lo que me piden… pero no puedo hacerlo. Siento en mi corazón un llamado divino a cultivar con esmero mi inteligencia.

DOÑA ANA: - Explícate mejor hijo mío…

TORIBIO: - Quiero ayudar a mi prójimo desde la cumbre del saber, aprender retórica, filosofía, nuevos idiomas. Siento que el Señor me llama por el camino de la verdad. ¡Les ruego que me dejen seguirlo!

DOÑA ANA: - Hijo amado, si es verdad lo que dices y lo sientes con tanta seguridad, no podemos detenerte.

DON ALFONSO: - Sin embargo, debes instruirte con buenos maestros para llegar a donde tanto anhelas, Toribio. Lograr una posición que te permita vivir dignamente.

TORIBIO: Sí, padre.

DOÑA ANA: Que Dios bendiga el futuro que te aguarda, hijo.

TORIBIO: ¡No los defraudaré!

Así, con solo 13 años, Toribio viajó al corazón del mundo hispánico: Valladolid, para estudiar Gramática y Derecho. Su inteligencia preclara y firme voluntad lo hicieron destacar en las aulas. Más adelante se trasladó a la Universidad de Salamanca para consolidar los estudios en Filosofía y Leyes.

Su vida era equilibrada, austera y penitente, como un buen cristiano que aspira a la santidad. Tenía devoción a las imágenes de San Benito y de la Santísima Virgen del Sagrario.

Con su fina conciencia aconsejaba a sus compañeros.

COMPAÑERO: “Toribio siempre andaba cuidando de la honra de Dios y que en nada fuese ofendido, y sentía sumamente cuando oía jurar a alguna persona y le reprendía y decía “no juréis, vuestra palabra sea sí sí, no no, no ofendáis a tan gran Señor”; y muy ordinariamente decía: “reventar y no hacer un pecado venial”; yo nunca jamás le vi ni le oí pecado mortal ni venial, todo era dado a Dios y embebido en él"

En 1573 recibió el nombramiento de inquisidor en la ciudad de Granada por lo que tuvo que interrumpir sus estudios de doctorado en derecho civil y canónico. Esto significó un giro imprevisto en el rumbo de su vida, aunque lo recibió con los brazos abiertos, sabiendo que era lo que el Señor quería para él.

Por el prestigio que adquirió en pocos años, recibió una propuesta inesperada del propio rey Felipe II…

REY: Inquisidor Mogrovejo he pensado proponer al santo Padre para que vuestra merced sea el próximo arzobispo de la Ciudad de los Reyes.

TORIBIO: Su majestad, debe haber un error, no soy digno de tan alto cargo, además no soy clérigo…

REY: Inquisidor Mogrovejo, yo pienso que tampoco soy digno de ser soberano de tan gran imperio, y ya me ve aquí en este trono, el gobierno es una forma de servir a los demás, Dios nos juzgará por ello… y en lo que respecta a su estado en la Iglesia es un problema que se puede solucionar…

TORIBIO: Si su majestad lo dispone así, me someto entonces a lo que decida el sucesor de Pedro.

Y así fue, en 1579, el Papa Gregorio XIII lo nombró prelado de Lima y recibió la ordenación episcopal al año siguiente.

De inmediato, se embarcó rumbo al Perú, acompañado por su primo y cuñado, el ilustre Francisco de Quiñones, su hermana doña Grimanesa y sus hijos, Antonio de Valcázar y Sancho Dávila.

TORIBIO: - Huk, iskay, kimsa, tawa, pichqa, suqta…

SANCHO: - ¡Tío! Qué sonidos extraños estás haciendo.

TORIBIO: - Querido Sancho, es quechua, la lengua de los Incas. Estoy aprendiendo a contar hasta el diez. Por algo se inicia, ¿no crees?

SANCHO: - Qué impresionante, tío Toribio. Pero, ¿no deberían ser los indios los que tengan que aprender el castellano?

TORIBIO: - De ninguna manera, Sancho. Cada quien habla el idioma que más le convenga. Si quiero cumplir bien mi labor como arzobispo, debo predicar la palabra de Dios para todos por igual, ya sea en castellano, quechua o aymara.

SANCHO: - ¡Entonces me apunto a las lecciones! Si voy a acompañarlo en vuestras travesías por el Nuevo Mundo, ¡debo hablar quechua también!

TORIBIO: - ¡Enhorabuena sobrino! Bienvenido a la hermandad de pupilos…

Durante los tres meses que duró el viaje, por mar y tierra, Toribio y su familia oraban pidiendo fuerzas para la aventura que se venía. Y es que la arquidiócesis de Lima era enorme, extendiéndose por el norte y nororiente hacia Lambayeque, Chota, Chachapoyas y Moyobamba. Por el este, hasta las montañas de Huánuco, el valle de Mantaro y la provincia de Angaraes, y por el sur, hasta Nazca y Acarí. Además de nueve diócesis sufragáneas: Panamá, Nicaragua, La Imperial, Santiago de Chile, Cusco, Río de la Plata, Quito, Charcas y Tucumán.

El segundo arzobispo de Lima llegó al Perú en abril de 1581. Desembarcó en Paita, ya que quería recorrer el camino hacia Lima para conocer las tierras que debía evangelizar.

El viaje lo haría montado en su mula: “Doncella”, quien lo acompañaría fielmente por muchos años.

La presencia de la Iglesia era todavía muy incipiente, por lo que de inmediato empezó a trabajar.

Convocó un nuevo concilio en 1582 que intentaría consolidar los logros valiosos pero insuficientes del anterior arzobispo. La instrucción de los naturales era su principal preocupación. Buscaba educarlos para vivir en comunidad, en casas dignas y con vestimenta apropiada.

Pero más que el lado material, era el desamparo espiritual su objetivo primordial, iniciando un complejo proceso de elevación cultural y cristianización.

TORIBIO: - En el Tercer Concilio Limense me acompañaron las máximas autoridades eclesiásticas de América meridional y Centroamérica. Teólogos, frailes, presbíteros y religiosos de todas las órdenes.

FRAY BARTOLOMÉ: - Monseñor Toribio, este concilio permanecerá por muchos años como la asamblea más importante del Nuevo Mundo.

PADRE JOSÉ: - En eso tiene razón, Fray Bartolomé. El Padre Toribio consiguió precisar la administración de los sacramentos para los indios…

FRAY BARTOLOMÉ: - Además, ahora debemos aprender los idiomas nativos para acercarnos a los pobladores de este reino.

TORIBIO: - ¡La Palabra del Señor debe llegar a todo el mundo, hijos!

PADRE JOSÉ: - Es el mandato de Cristo, Su Excelencia.

TORIBIO: - Es por ello que preparé el nuevo Catecismo en castellano, quechua y aymara. Y no podría haberlo hecho sin sus sugerencias y observaciones, padre José de Acosta.

Padre José: - Démosle gracias a Dios, Monseñor ¡El primer libro impreso en Sudamérica!

FRAY BARTOLOMÉ: - Monseñor Toribio también se ocupó de reformar el comportamiento pernicioso y de mal ejemplo de algunos hermanos clérigos.

TORIBIO: - Deben saber que no admitiré al sacerdocio ministros indignos, bajo ninguna excusa. Es sin duda mucho mejor y más provechoso para la salvación de los nativos el que haya pocos sacerdotes buenos, que muchos y ruines.

Cuando el concilio acabó, el 18 de octubre de 1583, Monseñor Toribio al fin pudo emprender su siguiente misión y una muy importante: recorrer personalmente el largo y ancho de su arquidiócesis.

En el lapso de 11 años visitó casi 30 pueblos en todo el Perú. Fue una tarea titánica, pero el santo arzobispo no desistió en cumplirla cabalmente.

TESTIGO: Y es que todos quedamos impresionados. Con tanto trabajo ¿de dónde obtiene Su Excelencia tanta paciencia y contento para animar a los demás?

TESTIGO 2: Yo mismo lo he visto padecer tantos apuros, cruzar los arenales de la costa; las cumbres y los abismos de los andes; los ríos caudalosos…

TESTIGO 3: La geografía peruana es tan hermosa y diversa… ¡Pero su naturaleza es terriblemente inclemente para cualquier viajero!

TESTIGO: Realmente que no hay manera de sufrir tales riesgos si no es por el más puro celo de caridad y amor a sus ovejas.

Mientras tanto, en cada viaje, Toribio procuraba reportarse con las autoridades políticas en Europa, actualizando acerca de los progresos evangelizadores y los grandes esfuerzos realizados con este fin. Así lo cuenta en su carta al rey Felipe II, desde Trujillo, el 10 de marzo de 1594:

TORIBIO: - …sin atender a más que al servicio de Nuestro Señor, viajo visitando mis ovejas y confirmando y ejerciendo el oficio Pontifical por caminos muy trabajosos y fragosos, con fríos y calores, y ríos y aguas, no perdonando ningún trabajo, habiendo andado más de tres mil leguas y confirmado quinientas mil ánimas, y distribuyendo mi renta a pobres con ánimo de hacer lo mismo si mucha más tuviera, aborreciendo el atesorar hacienda.

Por esto último, sus biógrafos lo llaman Santo Toribio el limosnero, pues intentaba remediar las necesidades de los indios y españoles con limosnas. Como el mismo santo confesó en una carta al papa Clemente VIII:

TORIBIO: - …De mi hacienda se ha entregado como limosna ciento cuarenta y tres mil trescientos cuarenta y cuatro pesos y cuatro reales. A Dios sean dadas las gracias, pues solo por él esto se hace, procurando animar al prójimo a hacer lo mismo.

El desprendimiento proverbial de Toribio era evidente. En vísperas de una Navidad su hermana Grimanesa le entregó una camisa nueva para la celebración. El mismo día lo visitó un clérigo, quien a todas luces pasaba por gran estrechez:

CLÉRIGO: - ¡Feliz Nochebuena, Su Excelentísimo!

TORIBIO: - Feliz Nochebuena, padre. Lo noto con frío, debe tener cuidado. ¿No tiene usted una túnica?

CLÉRIGO: - No ahora mismo, Monseñor. La que tenía se maltrató y es inutilizable. No se preocupe vuestra merced por mí, Dios proveerá.

TORIBIO: - ¡Esperad! Le entregaré esta camisa que llevo puesta, usted le dará mejor uso.

Minutos después, Grimanesa encontró a su hermano vestido solo con el jubón...

GRIMANESA: - ¡Hermano! ¿Se puede saber qué ha hecho usted con la camisa nueva que le di?

TORIBIO: - ¡Ay, la dimos a un pobre de Cristo! Te pido perdón, Grimanesa, no te molestes.

GRIMANESA: - A veces no logro entender tu abnegación, Toribio…

TORIBIO: - Hermana querida, ten por seguro que Dios está en aquellos a quienes servimos cada día.

A pesar de su buena fama en toda la región, gracias a su desprendimiento por el pueblo, las relaciones de Toribio con el poder político y otras autoridades de la Iglesia no fueron siempre cordiales.

En los tiempos del Tercer Concilio Limense, tuvo un serio inconveniente al denunciar al controvertido obispo de Cusco, Sebastián de Lartaún, acusado por su cabildo de avaricia y maltrato contra españoles e indios. La mayoría de obispos respaldaron a Lartaún y secuestraron documentación importante, mientras la Real Audiencia intervino en favor de estos. Santo Toribio, sin pruebas materiales y para evitar mayores males, tuvo que levantar la denuncia.

Hasta el flamante Marqués de Cañete, don García Hurtado de Mendoza, llegó a afirmar que el arzobispo no era la persona más idónea para el rebaño virreinal, pues nunca estaba en la ciudad.

MARQUÉS: - Todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude como sería razón a las cosas del servicio de Vuestra Majestad.

Toribio procuró comportarse con dignidad y no respondió al agravio. Al contrario, cuando finalizó el mandato del marqués, se acercó a él con un gesto que lo define.

MARQUÉS: - Monseñor Toribio… viene a celebrar el término de mi mandato, imagino.

TORIBIO: - Su Excelencia, solamente acudo a usted para pedirle perdón.

MARQUÉS: - ¿No comprendo, monseñor? ¿Que yo lo perdone?

TORIBIO: - Sí. Le pido perdón por los inconvenientes que le pude haber causado en mis labores pastorales. Dios bendiga el camino que le espera. Hasta luego…

MARQUÉS: - ¡Espere, Su Eminencia! Antes de que se vaya… yo le pido perdón a usted… Perdón por desdeñar su buena fama y su valiosa labor. Nunca supe agradecerle por hacer del Perú una tierra de santidad.

TORIBIO: - Su Majestad, a mi no… a nuestro Señor las gracias por todo.

Sin importar la adversidad, Toribio continuó con sus viajes por toda su arquidiócesis, impartiendo bendiciones y edificando capillas. Entre 1601 y 1606 emprendió su último periplo, recorriendo una veintena de provincias del país. Era un pastor con olor a oveja.

Llegando en mula al pueblo de Saña, lo sorprenden altísimas fiebres.

SANCHO DE ÁVILA: - Su excelencia, estamos llegando a Saña, resista un poco más que encontraremos un albergue para que se recupere. Mire cómo lo recibe la muchedumbre.

MUCHEDUMBRE: - ¡Taita! ¡Padrecito! ¡Su Excelencia Toribio de Mogrovejo nos visita! ¡Bendito sea, padre!

TORIBIO: - Querido Sancho, me estoy quedando sin fuerzas… necesito descansar un momento…

HOMBRE: - ¡El Padre Toribio se cae! ¡Sosténganlo!

HOMBRE ENTRE MUCHEDUMBRE: - Llévenlo a la casa del párroco Juan, allí tendrá dónde alojarse.

MUJER: - Den permiso al médico.

MÉDICO: - Su Eminencia, parece que el Señor lo llama a su presencia…

TORIBIO: - ¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor!

MÉDICO: - Está ardiendo en fiebre…

Toribio, quién supo hallar la casa del Señor en cada lugar que visitó, falleció el 23 de marzo de 1606, después de haber recibido los últimos sacramentos, con el mismo entusiasmo y “misticismo” que en vida lo caracterizaron. Su cuerpo fue vestido con tres hábitos: el dominico, el franciscano y el agustino, las tres órdenes pioneras en el Perú.

Casi un año después, su cuerpo fue trasladado a Lima en un trayecto que duró 80 días por los homenajes que recibió. Fue beatificado el 28 de junio de 1679 por el papa Inocencio XI y canonizado el 10 de diciembre de 1726 por Benedicto XIII, junto a San Francisco Solano, quien fue misionero en el Perú.

Santo Toribio de Mogrovejo es recordado y venerado hasta el día de hoy, por sus lecciones de evangelización, unidad en la fe, el respeto por la dignidad de la persona y la constante sintonía con la Sede Apostólica. Su amor a la Iglesia le llevó a no ahorrar ningún esfuerzo en favor de las almas. Por ello forjó un Perú rico en valores y propicio para la santificación que su ejemplo inspiró en el futuro.

Soy Luis Enrique Cam y esto fue Dicho en el Perú. Escucha otros episodios en www.dichoenelperu.pe o en nuestros canales de Youtube y Spotify.

“A nuestro Señor las gracias por todo”.


FIN

Dirección

Luis Enrique Cam

Guion

Luis Enrique Cam

Manuel Amat

Caracterizaciones

Magali Luque

Cristóbal Paz

Oswaldo Álvarez

Edición y musicalización

Cristóbal Paz

Fuentes bibliográficas

BENITO, J. (2009) Peruanos Ejemplares. Valores de los discípulos y misioneros: santos, beatos y siervos de Dios en el Perú. Paulinas, Lima.

BENITO, J. (2016) Los cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo. Interforum Protec S.C.R.L., Lima.

SÁNCHEZ-CONCHA, R. (2003) Santos y Santidad en el Perú Virreinal. Vida y Espiritualidad, Lima.

Volver a Temporadas